31 de Agosto de 2017, 10:00 a.m
Escribe: Luis Fernando Gaspar S.
El río Magdalena recorre nuestro territorio nacional de sur a Norte, atravesando 11 departamentos y es uno de los más grandes del mundo. Su majestuosidad se define en su historia, en su geografía, en sus mitos, en sus aportes alimenticios, en los viajes de aventureros, en la orientación cosmogónica, en las tragedias de los pueblos y los lamentos de sus corrientes. El Huila tiene el privilegio de sentir su cauce y se ha dimensionado su grandeza, por eso se ha querido retenerlo en unas lagunas inmensas para producir energía y explotar sus recursos naturales. Y en este letargo del progreso, las riquezas de este hermoso río se ha ido diluyendo, entre estas las especies; según cuenta la señora Argenis Gómez Vargas, hay especies de pescado que están desaparecidas como el ‘Cajahueco’, un pez de ojos azules y el capaz que ya no se encuentra.
Foto: Argenis Gómez Vargas. Vendedora de pescado a orillas del Río Magdalena en la ciudad de Neiva.
Luis Humberto Gutiérrez, habitante de San Agustín y guía de turismo comenta lo siguiente: “El problema del río es que está perdiendo su caudal, porque hacia la parte de la montaña se le ha ido cortando la vegetación, los árboles y por eso se está muriendo. El río se está muriendo con el cambio climático y la tala de árboles. El río es importante para el turismo, el problema es que en esta parte existe un gran abandono estatal, no hay una política seria sobre la conservación de los entornos, miramos que se han construidos dos represas grandes, y es posible que se construya 3 o más represas que están proyectadas y todo esto afecta al ciclo del viento, la temperatura y esto altera los ciclos de lluvia, por eso se necesita una política seria de choque, de conservación de reforestación”.
Foto: Represa el Quimbo
El río Magdalena, el Yuma o Wakakayo es para las comunidades indígenas un prodigio celestial, generador de vida y bienestar para todo habitante de la madre tierra. Según el Ingeniero ambiental Helvecio Silva, “el río Magdalena se llamó Wakakayo (Waca: río de las tumbas, y kayo por su caudal) y está dividido por fracciones: está el Alto Magdalena que va desde su nacimiento hasta Suaza, de Suaza a Neiva zona platense, de Neiva a la dorada lo que es el Magdalena medio y de ahí a su desembocadura el bajo Magdalena. Todo su recorrido tiene 1538 kilómetros”.
Foto: Helvecio Silva. Ingeniero Ambiental y Guía de turismo
Entre tanto, el itinerario por el río Magdalena también debe hacerse por sus riachuelos que lo abastecen, por conocer las historias de quienes disfrutan de sus sonidos y de su caudal, de igual forma saber las experiencias de aquellos que son guías de turistas. Así que la invitación de don Helvecio y sus compañeros, es que este viaje debería terminar en el Sendero Ecológico del Macizo Colombiano, donde nace el río Magdalena. Según ellos es una belleza natural que todavía se mantiene mientras no llegue el interés politiquero de acabar todo.
Foto: Macizo Colombiano. Fuente: https://www.las2orillas.co/la-resistencia-de-ambientalistas-y-campesinos-contra-la-gran-mineria/macizo-colombiano/
Pero, antes de continuar, seguimos presos de la calamidad del río, recordar un poco aquellas personas que fueron desplazadas de sus tierras por la arrogancia de un poder económico y político, es decir de unos pocos que querían a toda costa las represas que tiene el departamento del Huila… ¿dónde están esos campesinos desterrados de sus tierras, aquellos humanos que vivían del plátano, las frutas, el cacao, el pescado y la leña, obsequios del río?… represas o espejos de agua, dice Helvecio Silva Silva, que destruyó fauna y flora del ecosistema de la región, que amenaza con una tragedia más grande porque se ha descubierto que la represa el Quimbo tiene unas fallas geológicas descubiertas en Altamira y Garzón y estas pueden provocar la desaparición de pueblos enteros.
Foto: Campesinos bloquean la vía de El Quimbo. Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/nacional/campesinos-el-huila-bloquean-via-de-el-quimbo-articulo-493547
Después de pasar esta noche horrible de las represas, nos hemos quedado con los rostros tranquilos de las personas que llegan al estrecho del Magdalena a disfrutar del apaciguado caudal, del clima, de las gotas frías que salpican en la piel, de las hondonadas que se ve en la transparencia del agua, de los movimientos sigilosos de este líquido que insiste en bañar las piedras y las grandes rocas. Ahí están, extranjeros y citadinos, parecen acoplarse al ambiente. Luego, la tranquilidad se camufla con la voz de los mercaderes, quienes ofrecen de todo un poco: “En estos momentos se venden más las arepas que las artesanías, las arepas son asadas en piedra con queso, esa piedra es una laja del río magdalena, haciendo estas arepas se demora uno 15 minutos” comenta Jacinta Rengifo.
Foto: Señora Jacinta Rengifo, Artesana del Estrecho del Magdalena.
La señora Jacinta Rengifo, la matrona del río y de las artesanías, le gusta las entrevistas y le agrada que se le reconozca su genialidad para crear un producto que ha sido de familia y que desea que no se acabe, igualmente que no se pierda el gusto por sus productos elaborados a mano: “Trabajamos en artesanía, somos de una familia artesanos, llevamos mucho tiempo realizándolos. Los materiales que utilizamos, antes era fique, ahora es plátano, una hermana mía sacó la fibra, ella fue la que creó la fibra de plátano hace 30 años, nosotros la patentamos; el tiempo de realización de un bolso tiene su tiempo porque la sacada del molde uno se demora por hay 8 días, para darle el color se hace con tintas naturales, estas tintas se sacan de un árbol”.
Es imposible no encantarse con el tejido de la señora y desde luego apreciar sus sombreros, pero son pocos los que vende, nos asegura Jacinta: “En temporada viene mucho turista, pues este sitio mucha gente viene a visitarlo, por eso la importancia de cuidarlo y quererlo porque es hermoso. Pero, estos turistas llevan uno a dos bolsos o sombreros, no llevan cantidades, pues sería bueno pero no alcanzaríamos a tejerlos. Nosotros solo vendemos aquí. Nuestro negocio es familiar, este trabajo depende toda mi familia, yo no tengo hijos, pero tengo sobrinos”.
Foto: Jhon Alexander, habitante de la vereda El Salto del Mortiño
Y hablando de negocio, nos trasladamos al otro costado del Magdalena, vía al Municipio de Isnos y nos quedamos con el paisaje que se extiende entre valles y montañas; en esa escapada por el campo, apreciamos por $2.000 pesos el Salto del Mortiño o la quebrada del Mortiño que se escabulle entre fincas y bosques para caer estrepitosamente en un salto de 170 metros buscando unirse más adelante al río Magdalena. Y en este mirador nos encontramos con Jhon Alexander Domínguez, residente del lugar y quien cuenta lo siguiente:“Por ahí 200 personas viven por aquí. El frío se da día de por medio, y por la mañana. Pero ya estamos acostumbrados. Cuando llueve eso bota humo, cualquiera dice que hay una molienda, una ramada. Yo conozco abajo y uno llega a la pata del chorro. Uno se demora hora y media para bajar. Hace poco hubo una avalancha, se derrumbó una vereda, Villa del Prado”.
Foto: Cultivo de Habichuela, Vereda El Salto del Mortiño
En este territorio se cultiva la habichuela, el lulo, el pepino, esto es lo que se observa en el camino, pero también se ha sembrado en la memoria histórica las narraciones orales del salto… prosigue Jhon Alexander: “Aquí un vecino empujó a su esposa y a su perro, pero eso hace mucho rato. Se dice que la gente no volvió a ver la señora y entonces le preguntaron al marido y él dijo que ella estaba abajo, luego él se mató. Y otra cosa que yo recuerde es que una duenda mató a un gringo, porque yo sé que abajo hay duendes, lo que pasa es que esos seres o animales lo bajearon y lo aruñaron, y él llegó todo mal al hospital, allá se murió”.
Foto: Cascada de Bordones San José de Isnos
Los duendes en esta zona hacen parte del río o de las creencias sobrenaturales del pueblo, pero estos seres, según Juan Elías Guañarita, poblador de un territorio llamado Salto de Bordones, son defensores del medio ambiente, y agrega: “hay testimonios que hacen picardías, entre estas, se ha escuchado que ha hecho rodar a más de uno por el precipicio”. El Salto de Bordones es el cañón de agua que desciende de una montaña a más de 400 metros, es el segundo más alto de Colombia, allí se deja caer el río Bordones que busca desesperadamente descansar en el río Magdalena.
Los duendes hacen parte de la vida de la cascada, dice Juan Elías, un anciano que lidera la comunidad de Bordones desde la década de 1970: “Yo le pregunte a Melida Morales, una de las más antiguas del pueblo y me dijo: por aquí en el tiempo de antes había mucho duende, para mejorar el clima, él le daba con un bordón a la chorrera para que lloviera o que se tuviera un buen clima. Allí mismo bailaba porque él es músico, allá en una salida que tiene la chorrera se le ve. Claro yo entendí que eso no era real era fantástico, pero cuando yo reuní los datos de la gente de Nariño y del cauca, yo soy del cauca, mis padres eran de allá, yo separé lo que era lógico y la fantasía y escribí unas cartillas sobre la historia de bordones y la leyenda de la cascada”.
Foto: Juan Elías Guañarita, habitante de la vereda El Salto de Bordones
Entender la historia del Salto de Bordones es sentarnos hablar con Juan Elías Guañarita, presidente de la Junta de Acción Comunal, exconcejal, explorador, escritor y carpintero: “El Salto de Bordones se llamaba antes bajo planes o mejor el pueblo quedaba allá. La idea de su nombre actual es un homenaje a la cascada de bordones. El nombre se le debe a un vocablo nariñense, que a ellos se le asimilaba a columnas o puntales, y bueno al principio y de largo tiempo se le denominaba los Bordones del río, luego se le quitó la palabra río, ahora último nosotros le decimos la cascada de Bordones. De todas maneras, la gente la hemos mantenido como el Salto de Bordones”.
Foto: Juan Elías Guañarita, habitante de la vereda El Salto de Bordones
Según lo narrado por Guañarita Timana, ya en 1970 esta zona era muy concurrida por gente extranjera, pero luego con el tiempo de la guerrilla pues dejaron de venir; hubo épocas de miedo y zozobra que nadie se le medía ser presidente de junta de acción comunal o concejal, momentos que no se avanzó en el desarrollo de la comunidad. Él considera que tener este lugar como sitio turístico ha sido importante porque se ha logrado un progreso o empuje para el pueblo pues ya se tiene colegio, la mayor parte de servicios públicos, el parador y el templo.
Foto: Iglesia de la vereda El Salto de Bordones
El río ha hecho posible una oportunidad para los servicios turísticos en aspectos como artesanías, hotel y una asociación de guías de turismo, pero eso es muy poco, porque lo que se vende son cositas dice Guañarita, eso es como para captar unos recursos pequeños. La verdad, dice nuestro personaje, es que no se ha visto el turismo como un generador de oportunidades para crear empleos, aquí falta por ejemplo una carretera bien pavimentada y eso porque no hay voluntad política.
Foto: Vía a la vereda El Salto de Bordones
Esa voluntad política necesaria para cumplir las leyes ambientales sin importar los intereses económicos; asimismo, se requiere la actitud solidaria de la gente para cuidar del río como lo hacen los duendes y bailar de la alegría por lo que somos y tenemos. En ese somos, está lo ancestral, que es reconocer la magia, vida y color de la naturaleza: en este sentido, en algunas culturas indígenas las mujeres parían a sus hijos en el agua como un asunto ceremonial de conexión con lo natural y de resistencia al dolor. Y en ese tenemos, el agua es el único recurso que nos queda para vivir, por eso no se puede negociar.