Escribe Cristian Camilo Arias
Luego de caminar unos metros pude observar a un hombre con una gran carga de pesadas cajas en las que llevaba todos los anhelos por ganarse la vida. En medio de mi melancólico estado, me decidí acercarme para establecer un contacto más de tranquilidad con el personaje. Pero, me sorprendí hallar cierta desconfianza en sus ojos, cierta indecisión trémula al querer interesarse por lo que trataba de expresarle.
Aquél trabajador es oriundo de una vereda de Manizales llamada ‘Los Ángeles’. Él llegó aproximadamente al departamento del Huila hace dos meses y en Neiva ha encontrado oportunidades para ganarse lo de la comida, mientras recuerda: “Por allá de donde vengo no hacía otra cosa más que aguantar hambre”. De igual forma, en medio de la conversación me confesó que no le tiene miedo a ningún trabajo “si me toca volear pala, lo hago o lo que salga”.
Edwin es un andariego, dedicado a “trabajos de calle”, entre estos, el descargue de carros. Después de todo, decidió hablar de sus rutinas diarias, mencionaba con detalle las cosas que hacía cada mañana en este oficio de bultero; pero, creía que para completar sus ingresos debía de asumir otra ocupación, por eso había tomado la decisión de reciclar cartón, papel y plástico.
Luego, nos dirigimos a un centro de reciclaje y mientras él iba pesando su carga, analicé el gran esfuerzo que se hace por reciclar y sólo por unos cuantos pesos; poca remuneración para aquellas personas que buscan con este oficio salvar al planeta de la contaminación. Después de haber cobrado su trabajo, llegamos al malecón. Edwin al ver la magnificencia del río Magdalena se sentía a gusto y sobre todo tranquilo por estar haciendo una cosa diferente a lo acostumbrado.