Escribe: Dayan Murcia
Mi nombre es Javier y les contaré la historia de mi vida. Una gran superación que me tocó afrontar cuando tan sólo tenía veinte tres años y era patrullero de la policía. Llevaba seis meses de graduado y pertenecía al frente contraguerrilla en Florencia Caquetá, un departamento de los más azotados por la violencia y las personas al margen de la ley. Era un 18 de marzo del 2003. El atentado que los subversivos realizaron contra la policía y con una cantidad considerable de dinamita volaron en mil pedazos dos furgones y en uno de ellos me encontraba yo.
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Todo ocurrió muy rápido, un fuerte estallido retumbó en mis oídos, luego escuché muchas voces que gritaban, pidiendo ayuda, vi personas ayudando a los heridos; yo estaba tendido en el piso, no reaccionaba, todo ensangrentado, mis compañeros creían que estaba muerto porque no reaccionaba, yo los veía y escuchaba pero no podía moverme. Estaban poniendo mi cuerpo en una abolsa negra cuando realice mi mayor esfuerzo y se dieran cuenta que estaba vivo, de inmediato me subieron en un helicóptero y me trasladaron al hospital de la policía en la ciudad de Bogotá con otros heridos y volví a quedar inconsciente.
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No sé cuánto tiempo pasó, pero al despertar estaba con mi familia en una habitación. Sentía dolor en mis brazos y cabeza, pero no sentía mi abdomen y piernas, desde ese entonces no las siento. Fue un momento muy duro, gritaba, lloraba y no me resignaba a quedar en un estado de toda dependencia. Mi recuperación duro tres largos meses, tiempo en el cual pensaba que mi vida ya no valía nada, en mi mente solo existía ese día desastroso que nunca he podido borrar. En ese momento de convalecencia había olvidado que mi hijo venía en camino, mi esposa tenía ocho meses de embarazo y ya faltaba poco; desde luego esa situación del atentado le afectó a ella.
Al nacer mi hijo cambie el modo de pensar de la vida emocional que tenía. Nunca he podido jugar fútbol con él, pero he dedicado mi mayor tiempo a enseñarle cómo se debe enfrentar a cada dificultad que se nos presenta y que no todo lo que nos pasa es malo, solo hay que saber que son desafíos, retos, que así como yo pude salir adelante, él lo hará. Sin embargo, lo más importante es su gran compañía.