Escrita Por: Alejandra Gordillo
Nataly Orjuela, vendedora informal de tinto o café, se gana la vida en una de las calles de la ciudad de Neiva y es residente de este caluroso y amable pueblo opita. Ella es emprendedora, una guerrera, con la motivación de sacar adelante a sus pequeños hijos. En medio de su simpatía y carisma arrollador, accede a contarme su historia. Entre risas, dice que tiene 30 años de edad, de los cuales lleva más de 8 meses dedicándose a este oficio por falta de una oportunidad. Y gracias al café y sus clientes sostiene su bella familia.
Me confiesa que ha sido duro para ella dedicarse a la venta de café por las condiciones climáticas de la ciudad. Pero, por sus tres hijos , que deja de ver por más de ocho horas al día, debe salir a trabajar. Se siente obligada a vender en la calle ya que no ha encontrado otra oferta laboral, pero gracias a ese esfuerzo tiene para comprar el pan que lleva a la mesa. Todo le ha tocado asumir, puesto que su ex pareja sentimental no responde por sus pequeños hijos de 10, 7 y 3 años de edad.
Sin embargo, sus niños ocasionalmente la acompañan a vender café y en algunas oportunidades, según la temporada, venden velitas de incienso, entre otros artículos; aunque a ella no le gusta porque teme que el Bienestar se los pueda quitar; pero ellos insisten en aprender a vender pues con el dinero que se ganan se dan sus gusticos, como comprar un pollito asado para compartir en familia.
El día a día es muy estresante por el calor que se levanta, sin ninguna pizca de aire. A pesar de ello prepara un café exquisito porque lo hace con mucho amor. Ella está muy agradecida con Dios porque no pasan hambre, muchas veces las ventas son insuficientes y sólo alcanza para comprar aguapanela con pan, pero es una bendición el no tener que ir a la cama con su panza vacía. Le preocupa los costos de los insumos, pues suben y suben, mientras su negocio mantiene el precio, pero se gana muy poco. Desde luego, siente que es una desventaja subir el precio del tinto porque teme que sus clientes habituales se enojen y no vuelvan.
Así que vive a la expectativa de conseguir un trabajo fijo donde le paguen todo lo de ley y pueda darle un mejor vivir a Diana, Juan, y Sergio, los motores de su vida. Aunque hayan días duros, Nataly prepara todos los días el mejor café del Huila, porque gracias a él tiene poco o mucho para darle a sus seres amados y pagar el arriendo en una casa de paredes de tabla, pero allí es feliz porque es lo único que puede pagar.