Por:Anny Hevelin
Me despedí de mis padres, ellos lloraban y por dentro mi corazón se destrozaba, sabía que mi partida a ellos les iba afectar. Fueron más de 24 horas viajando pues me tocó hacer transbordo en distintas partes. Hasta que llegué a mi nuevo hogar, TUMACO, más conocido como LA PERLA DEL PACIFICO. Allí me esperaban mis nuevos compañeros de trabajo y mi residencia sería en un apartamento ubicado en el barrio 7 de agosto. Al día siguiente empecé a laborar en la Estación de Policía ‘La Guayacana’ con el Mayor Benítez.
Me tocaba madrugar, trasnochar y acompañar al Mayor en los procedimientos judiciales o patrullando, corriendo riesgos por culpa del hampa. Ya que Tumaco es uno de los pueblos más peligrosos de Colombia, allí se desata una violencia armada dirigida por las Bacrim (organización mafiosa), el ELN y la FARC, todos ellos operan por todo el territorio pacífico y dejan ciertos sucesos desastrosos.
Por el hecho de convivir con policías y trabajar con el Mayor ya era enemiga de estos grupos delincuenciales, cuyos propósitos, además, es matar policías. Fuimos víctimas de atentados en donde residíamos, una vez nos lanzaron una granada que dejó un compañero herido por las esquirlas de este artefacto. Por mi seguridad y la de los compañeros nos trasladaron a una vivienda más cerca de la estación, en el Barrio “la Avenida de los Estudiantes”. Pero ni aun así esto sirvió.
A comienzos de septiembre del 2014 se intensificó la guerra de bandas, a diario se escuchaban entre una, dos o más explosiones que sacudían al pueblo; recuerdo que uno de estos atentados fueron los cilindros bombas en el Aeropuerto La Florida, cerca al Puente del Morro… era de madrugada cuando la explosión me dejó sentada en la cama angustiosa y temblorosa.
Eso no sería todo, peores cosas seguirían pasando pero yo seguía en la lucha, ya me estaba acostumbrando a vivir en la zozobra. Luego, todo cambio aquella mañana del 11 de febrero del 2015, me encontraba en la patrulla acompañada del Mayor y el Conductor llamado Ortiz nos dirigíamos al caí del barrio la Ciudadela ubicado a la entrada de Tumaco, también conocido como las carboneras.
Allí, nos estacionamos a dar una información, luego fui a la tienda a comprar algo para comer, al volver y a mitad de calle, sentí una fuerte explosión… quedaron mis manos vacías, aturdida del fuerte estruendo y tirada en el suelo por la magnitud de ese petardo, Ortiz quedó encima mío con sus piernas destrozadas, al verlo me desmaye. Cuando desperté me encontraba en el Hospital un poco herida, estropeada y con un dolor intenso en el alma cada vez que me acordaba de mi compañero.
Aunque mis padres me llamaban pidiendo que volviera a casa continúe mi rutina, hasta que el 23 de mayo del 2016 a las 11:30 de la noche, un sujeto desconocido lanza un tatuco a una patrulla donde se desplazaban tres policías, dos de ellos se salvaron pero uno de mis paisanos no corrió con la misma suerte. Al ver tantas cosas por la televisión mi madre enfermó, temía que me pasara algo, así que mis hermanas y mi padre me pidieron volver a casa. Esta es mi historia escrita en un salón de clase.