Por:Catalina Cedeño
Mucho tiempo atrás vivía en un pueblito conocido como Los Ángeles- Caquetá por lados de Belén de los Andaquíes, en donde se sufría mucho por la guerra entre la guerrilla y el ejército nacional, los problemas y sufrimientos crecían aún más. Fuimos obligados a desocupar nuestras tierras, luego mi padre se marchó dejándonos solos al amparo de mi madre.
Mi vieja, ha sido una mujer muy luchadora, como pudo nos llevó a posar en San Vicente del Caguán – Caquetá; aquí empezamos a construir una nueva vida, sin tener donde dormir y nada de comer. Mi madre consiguió trabajo de día y de noche para poder conseguir una casita, con ese esfuerzo obtuvo un lote en el barrio La Victoria, el cual pagaba cuota a cuota para completar el valor del terreno.Con la ayuda de un tío se construyó un ranchito de tula, donde vivíamos felices a pesar de la circunstancia; dormíamos todos los hermanos en una misma cama y mi madre dormía en el suelo cuando no trabajaba.
Iniciamos a estudiar en la escuela Diego Omar García sede del colegio Dante Alighieri. Para poder alimentarnos salíamos los fines de semana a los supermercados a pedir alimento que alcanzara para toda la semana en este proceso no la pasamos unos años, en ocasiones aguantábamos mucha hambre ya que económicamente no nos iba bien. También sufríamos en tiempos de invierno, cada vez que llovía se nos inundaba la casita y no podíamos dormir en toda la noche del frio.
Todo empezó a mejorar cuando el colegio Dante Alighieri nos regaló varias cosas para la casa, entre ellas un televisor, una estufa, un cilindro, ropa que donaban, entre otras. Todo iba muy bien hasta que una noche menos pensada un grupo de ladrones se aprovecharon de la situación y nos quitaron todo lo que teníamos, lo único que nos quedo fue la cama en la que dormíamos, el sufrimiento se apoderaba de nosotros y cada vez nos tocaba más duro, la comunidad nos ayudó y el colegio seguía apoyándonos.
Cierto día la cruz roja colombiana nos regaló todos los materiales para realizar la casita de madera y así vivir mejor, esta ayuda la recibimos como una bendición de Dios. Y fue así q poco a poco fuimos mejorando nuestra situación, cumplí mis trece años e inicie a trabajar pelando cebolla, mi pago no era dinero sino en mercado para la casa, fui creciendo y cambiando de trabajos, además era el mejor de mi escuela, por eso hoy agradecido con Dios por las bendiciones hacia mi familia.
Actualmente tengo 19 años no he podido graduarme debido a que tengo que trabajar para alimentar a mis hermanos y demás gastos personales, trabajo en un supermercado conocido como Abarrotes la Rebaja en el municipio de San Vicente del Caguán- Caquetá. Poder salir adelante sin tener nada es un reto en la vida muy grande y gracias a Dios por protegernos.